Mercurio, al igual que los demás planetas, se va moviendo por los signos zodiacales a medida que va avanzando el tiempo, lo que se conoce como tránsito astrológico. En esta oportunidad este cuerpo celeste comienza a teñirse de la energía de Escorpio hasta el 17 de noviembre.
Es importante mencionar que estos movimientos o tránsitos astrológicos pueden ayudarnos a dilucidar cómo es que estará la energía en ciertos ámbitos durante un determinado tiempo. Así que para entender mejor el ingreso de Mercurio a Escorpio es preciso entender qué significa el planeta y el signo zodiacal en cuestión.
Mercurio es el planeta de la comunicación y de nuestra mente, y Escorpio, por su lado, es un signo profundamente transformador, que habla de intensidad, de lo profundo, del concepto morir y renacer. Entonces, ¿cómo influirá este tránsito astrológico en nuestra energía?
Mercurio entra a Escorpio: ¿Qué pasará con la comunicación durante este tiempo?
Con este tránsito astrológico lo que se activa es nuestra mente, una que podrá hacernos ver más allá de lo superficial, una que se conectará con la intuición y puede ayudarnos a transformar todos esos pensamientos tóxicos y también patrones de comunicación que se encadenan a una profunda desconfianza y necesidad de control.
Mientras Mercurio esté en Escorpio también es que podrán salir secretos a la superficie o que la sombra se manifieste en la luz, dejando en evidencia todo lo oculto para que veamos cómo sanar y transformar las energías, liberando memorias de dolor porque ya es hora de ser felices, pero no podemos si no nos desaferramos del dolor.
También es muy probable que podamos tener conversaciones profundas con quienes nos rodean y también que hagamos un gran detox de nuestro alrededor antes de que se termine el año. Esto puede sentirse muy intenso ya que transformarse desde lo más intimo nunca ha sido del todo fácil, pero sí liberador.
Es por eso que algunas recomendaciones para este tiempo es ojalá poder aclarar temas ocultos, soltar resentimientos que nos aferran al dolor y que nos encadenan a vivir desconfiados y también eliminar patrones tóxicos que veneran la posesividad o el orgullo en nuestras relaciones interpersonales.